El juego del banyao y El baile en casa de Toló

El juego del banyao

Un sábado en la tarde del mes de junio en Guayama estaba don Juan Sabater Virella con su banyao. Era el año 1918. Don Juan era un tocador de bomba. Hacía los tambores de bomba con barriles vacíos de ron. También tocaba un instrumento de una sola cuerda. Era el banyao, banyá o banyal. Lo construía con una rama de tamarindo (tamarindus indica) o de higüera (crescentia cujete) además de una cuerda hecha con fibra extraída de las ramas de las palmas de cocos (cocos nucifera). Parecía un arco para disparar flechas. Para producir sonido audible el músico debía llevarlo hasta su boca y la cuerda quedaba al frente de sus labios sin tocar ni sus labios, dientes ni la lengua. El músico percutía la cuerda con una varillita fina mientras la pisaba con un palo más grueso. Entonces, alteraba la apertura de su boca para variar el sonido de la cuerda vibrante. Se producía una serie amplia de sonidos embrujadores que resonaban dentro de la cabeza del músico. El sonido era cautivador al ser producido y proyectado. Tenía una magia extraña para el oído occidental. Este sonido era una gama amplia de timbres africanos que nos unían, de manera musical, a nuestros antepasados.